lunes, diciembre 12, 2005

i EL MARAVILLOSO MUNDO DE JEAN – PIERRE JEUNET !


Así es, hablar de Jeunet es un mundo, el cual cada cierto tiempo va mutando y sumergiéndonos en él. Singulares personajes, lugares y situaciones cargadas de una hipnotizante atmósfera, historias muy originales y bien argumentadas, son, en resumen, un conjunto de la más armoniosa mezcla de recursos técnicos y artísticos que no pueden tener otro nombre que “bellos”, Después de sus magníficas películas, "Delicatessen" en 1991 y "Alien Resurrección" en 1997, las cuales fueron más bien oscuras y tenebrosas vuelve el artista cinematográfico Jean-Pierre Jeunet con esta bella y colorida película, en donde las personas sueñan en el amor y en la felicidad, por supuesto eso es “Amelie", nada más que una excelente creación de un genio de lo audiovisual.

Con esta película el director francés ha demostrado la mezcla de mundos y géneros que hay en su cerebro, consiguiendo de la misma forma hechizar al más insensible de los públicos, contagiarlo positivamente y lograr que se sienta feliz luego de ver el mundo maravilloso que se construye Amelie.

Estamos en Francia, Paris, pleno año 2000, un mundo tecnologizado, frío e intimidante para cualquier ser humano, lleno de hostilidades e irónicamente llamado desarrollado, esta es nuestra realidad, estos son los escenarios de Jeunet, pero no es lo que él quiere mostrar, a través del uso muy acertado de una fotografía muy poco contrastada y con gran profundidad de campo, estilo película francesa de los años 30, lograda muy bien por el director de fotografía Darius Khonji (Delicatteseen, La ciudad de los Niños perdidos, Evita, Seven), nos sumerge en un realismo poético, el cual apoyado por una increíble Dirección de Arte, crea un mundo paralelo, totalmente distinto al observado por la comunidad parisiense y mundial. El uso de colores como el rojo, los amarillo, rosado y verde, hacen que nuestro ojo se sienta a gusto al observar la película, ya que su armonía y disposición reclaman gran protagonismo estético, situándonos en un mundo colorido, afectuoso y casi de hadas, pero en la tierra. En resumen, Amelie, es una oda al buen gusto visual y estético.


La película nos plantea una historia muy sencilla y fácil de entender, con una estructura narrativa clásica, pero que a través del uso de un montaje moderno (imágenes aceleradas, jump cut, etc) logran un gratificante sentimiento indescriptible que proviene de un magnífico y estupendo guión realizado en conjunto por el mismo director y Guillaume Laurant. Un narrador constante en la historia, no da una sensación de estar presenciando un cuento de niños, que es lo que nos plantea Jaunet, la aventura de la protagonista por buscar al gran desconocido que termina siendo su príncipe azul, con excéntricos personajes totalmente arquetípicos, los cuales son excelentemente presentados; la madre de Amélie, su padre, la camarera, el ogro vendedor de legumbres, el pez con tendencia al suicidio, etc. Cada presentación está bien desarrollada y detallada, chistosa e interesante, donde ya, desde ese momento, cada espectador tendrá su personaje favorito y que aportan positivamente a la trama de la historia, en la que logramos establecer conexión con cada personaje, entendiendo sus problemas y hasta identificarnos con ellos, lo que habla de un guión muy bien escrito y preocupado de su principal argumento, La humanidad.

El film está protagonizado por Audrey Tautou, la actriz de 23 años que interpreta a Amélie, una muchacha que sirve las mesas de un pequeño café parisino. Su vida cambia de curso cuando, bajo las tablas del piso de su departamento, descubre escondida una caja vieja con tesoros infantiles. Al devolverla en forma anónima a su dueño, la muchacha contempla, a la distancia, cómo la vida de esta persona se transforma tras el descubrimiento. Y es entonces cuando comienza su odisea: una serie de inventivos planes para resolver la vida de los demás.

Como por arte de magia, Amélie comienza a interferir en la vida a sus vecinos, la mayoría de las veces para bien (si es que se lo han ganado), pero a veces para mal (si es que lo merecen.) En ocasiones, oficia de casamentera, otras de proveedora de esperanzas y restauradora de sueños, casi transformándose en una santa patrona del ajuste de cuentas, siempre oculta detrás de un velo de misterio y anonimato.

Otro punto a analizar, es el uso de la tecnología para causar magia, un error habitual en el que caen las películas contemporáneas, es el uso indiscriminado del efectismo tecnológico, con el solo hecho de causar situaciones que sorprendan en el momento, pero que no nos entregan magia ni ilusión, es efectismo por efectismo, en cambio, en Amelie se encuentra justificado por su tono y su emoción predominante que es el Realismo Cómico poético, puede sonar rara la mezcla, pero así es Amelie, es una joyita con una increíble mezclas de artes.


Situación que se respalda al ver esas nubecitas al lado de las cabezas de los personajes, que nos recuerdan los dibujos animados o las nunca bien ponderadas tiras cómicas, las nubes con formas de animales, nada más infantil que eso, y que aportan de entrada a la magia de la historia y de la pequeña Amelie.

Esta es una película que da felicidad, la historia y el mundo de Amélie nos hace guardar nuestra vida cotidiana en una bolsa, casi como si fuera una basura, olvidar por tan siquiera 120 minutos los problemas, depresiones y estrés del mundo real, y poder contemplar la vida de esta bella francesa, seguirla desde su niñez, detalle por detalle y así apreciar que el mundo no es un lugar tan frío como creemos.

Pero claro, Jeunet no podía dejar todo ahí, el cine es un arte audiovisual y la música y el sonido, se han transformado desde su introducción al cine el año 28, en dos grandes aportes y complementos para la narrativa visual, y así es en Amelie. Una banda sonora fuera de serie, creada por el magnífico Yan Tiersen (Good bye Lenin), donde despliega toda su sensibilidad y se ha puesto en el mismo canal de Jeunet, para darle a la obra ese “color” especial que poseen todas las obras de este director. Sin duda, la elección de Yann Tiersen fue acertada, combinando piano y acordeón ha conseguido introducirnos en ese especial ambiente que se respira en los melancólicos barrios franceses.

Para finalizar, no puedo dejar de alabar el magnifico punto de vista de esta película, el cual es totalmente singular, el uso de los planos limpios claramente nos dan un tono muy clásico, ya que se usan cámaras sobre soportes como trípodes, dollies y steady cam, que nos dan un cuadro limpio y expedito, falto de caos de la cámara en mano, una fineza técnica que se observa desde el primer plano de la película y que hace notar los años de historia del cine francés, lo que obviamente aporta al punto de vista del director, que nos hace recordar con estos recursos, nuestra sensación al estar tratando de conquistar a alguien o conocer a alguien, esa suavidad con las que nos acercamos y tratamos de mantener la compostura, pero también lo frenético que nos ponemos cuando ha pasado la situación, en fin Jeunet logra entregar su visión de joven enamorado muy bien a través de lo visual, esa fe en el amor y en que el mundo puede ser mas bello dependiendo de como lo miramos y vivimos, es lo que nos transmite, la magia de la vida hasta en las situaciones mas adversas, tal como lo dice Jodorowski, “el cine solo puede tener como único objetivo, la sanación del alma”, y eso hace Jeunet, nos sana el alma a través de la magia del cine.

En fin, toda la película es un conjunto de detalles estupendos que se contrastan con el mundo real y el mundo de fantasía –o no tan fantasía– que presenta Amelie, pues este es el enganche fundamental de esta historia, hasta donde la fantasía deja de ser sueño y pasa a ser real. Será que todos llevamos una parte de la tan querida y loable protagonista dentro